2020-04-08

Es hora de dar un propósito a las redes sociales

egún un estudio de la Universidad Estatal de Míchigan, los jóvenes de entre 12 y 15 años que utilizan constantemente las redes sociales tienen más probabilidades de padecer problemas de salud mental, como depresión, ansiedad o soledad, además de un comportamiento agresivo y antisocial, en comparación con aquellos adolescentes que no las utilizan (fuente: Universidad Estatal de Míchigan).

Esto no es de extrañar. Los adolescentes consumen contenido en línea sobre temas como la crítica al cuerpo, el troleo y las representaciones poco realistas de la realidad, así que, ¿qué otra cosa van a hacer?  

Pérdida del control

Hoy en día, estamos más conectados que nunca gracias a las redes sociales. Estos canales nos brindan una plataforma para interactuar con quien queramos. Cuando queramos. Y como queramos.

Parece que hemos perdido todo el sentido de la responsabilidad. Nos protegemos detrás de una pantalla, como nos resguardaríamos tras un cristal en un día lluvioso. Y esto nos ofrece la seguridad de convertirnos en guerreros del teclado.

Tanto si buscamos exteriorizar nuestra rabia o una dosis de dopamina, las redes sociales nos ofrecen un mundo de posibilidades. Y no nos paramos a pensar cuán dañino puede ser compartir nuestras opiniones.

Está sucediendo algo muy grave. El trágico fallecimiento de la presentadora de televisión Caroline Flack a principios de año, así como el documental del año pasado que pone de relieve el abuso del que fue víctima Jessy de Little Mix en las redes sociales, son síntomas de un problema cada vez mayor.

Se llevó a cabo una investigación de los medios de comunicación, los directivos, las fuerzas policiales, las cadenas de televisión, los equipos de producción y la fiscalía británica y se los consideró responsables de no proteger la salud mental de Caroline Flack durante una dura noticia sobre la presentadora de Love Islander. Ninguna de estas partes fue la única responsable. Los usuarios que humillan, denuncian y atacan a los políticos durante esta pandemia son igualmente dañinos. Que las víctimas tengan formación en medios o estén acostumbrados a tratar con ellos no justifica estas acciones.  Hemos perdido el sentido de la responsabilidad social. Como seres humanos, hemos creado un monstruo. Y es el momento de pararle los pies.

Es hora de actuar

Hay un gran número de leyes en el Reino Unido que prohíben el discurso de odio. Entre ellas, se encuentra la sección 4 de la Ley de Orden Público de 1986 (POA), que tipifica como delito que una persona utilice «palabras o comportamientos amenazantes, abusivos o insultantes que provoquen o puedan causar acoso, alarma o angustia a otra persona». A lo largo de los años, la ley se ha revisado para incluir todo lenguaje que incite al «odio racial y religioso», así como al «odio por motivos de orientación sexual» y aquel que «fomente el terrorismo».

El punto de partida para abordar el problema del discurso del odio en las redes sociales son las propias plataformas. Se podría estudiar la creación de una tecnología de aprendizaje automático más avanzada para detectar mensajes abusivos, lo suficientemente inteligente como para localizar sutilezas en ellos y eliminarlos en cuestión de segundos.

Facebook, entre otras plataformas, cuenta con tecnología que «marca» el contenido de odio rápidamente, y elimina el 83 % de las publicaciones sobre terrorismo en la primera hora después de que sean compartidas.

Twitter también tiene una función para informar de aquellos contenidos sobre violencia. Y están trabajando para combatir el abuso motivado por el odio, los prejuicios o la intolerancia, en particular el abuso que busca silenciar las voces de quienes han sido marginados.

Aun así, Facebook declara que el componente humano debe jugar un papel clave en la identificación de publicaciones abusivas.

Hemos mejorado enormemente la vigilancia del contenido. Alemania es pionera en imponer sanciones financieras a las principales empresas de redes sociales si no logran reducir el volumen de contenido abusivo en sus plataformas. Pero, ¿qué repercusión tiene esto para los discursos en contra de los grupos LGBTQ+, las minorías étnicas y religiosas, o las personas y niños vulnerables que usan las redes sociales?

El gobierno del Reino Unido podría invertir en equipos de especialistas para controlar este tipo de discursos, además de crear leyes para redes sociales en torno al enjuiciamiento por acoso para fijar sanciones similares a las de sus vecinos alemanes. La parte negativa es que esta iniciativa es extremadamente costosa, requiere muchos recursos y tiempo, y probablemente no sea una prioridad para los presupuestos públicos.

El precio de la libertad de expresión

La misión de Twitter es proporcionar a todos los usuarios el poder de crear y compartir ideas e información, y de expresar sus opiniones y creencias sin barreras. En la plataforma, todos los usuarios tienen voz y el derecho a utilizarla. La función de Twitter es servir a la conversación pública, que requiere la representación de una amplia gama de perspectivas.

Pero la libertad de expresión no debe confundirse con la incitación al odio. La libertad de expresión se basa en el principio de compartir una opinión que no tiene un impacto directo en la salud mental de otra persona.  

La responsabilidad de eliminar dicho contenido negativo en las redes sociales no debería recaer solo en los equipos especializados y la tecnología de aprendizaje automático de Facebook, Twitter, Snapchat, TikTok, etc. Por supuesto, tienen el deber de velar por la seguridad, la regulación y la privacidad de sus plataformas, pero la verdadera responsabilidad la tenemos nosotros mismos.

Las acciones cuentan

En mi opinión, ninguna ley o dispositivo puede generar el mismo nivel de pasión que impulsa el cambio, repercute y modifica las percepciones. El poder reside en todos nosotros. Hemos respaldado movimientos como #BloodNormal, #ThisGirlCan y #BlackLivesMatter, así que hagámoslo de nuevo, tomemos la iniciativa y silenciemos este diálogo sin promover la cultura del linchamiento.

#CarolinesLaw fue tendencia en Twitter, y se alentaba a los medios de comunicación a no publicar información falsa sobre celebridades. Además, animó a los usuarios a no adquirir determinados periódicos. El hashtag seguirá generando conversación en Twitter, pero con el tiempo, se convertirá en otra tendencia pasajera.

Así que, ¿cómo podemos mantener el ímpetu?

Podríamos comenzar —y es algo que creo que se nos da bastante bien— por unir a las marcas y las personas para presionar, solicitar y crear contenido social que apoye el fin del discurso de odio, aunque no deberíamos conformarnos solo con esto.

¿Y si adoptamos un movimiento sencillo, que no cuesta nada, pero anima a la gente a boicotear este comportamiento #BlockIt? Por cada comentario difamatorio o grosero que encontremos en las redes sociales, ya sea en LinkedIn, Twitter, Instagram o cualquier otra plataforma social, dejamos de seguir y silenciamos a ese usuario. No se trata de un acto agresivo ni fomenta la cultura del linchamiento, es un simple silenciamiento. Evita que los usuarios reaccionen, lo que de hecho es igualmente dañino. No cuesta nada y no involucra a terceros. Al contrario, pone en nuestras manos la responsabilidad de decir no.

Es posible denunciar cosas en Instagram, LinkedIn y otras plataformas sociales y, a veces, el contenido se elimina, pero esto no impide que los usuarios lo publiquen una y otra vez. Si, como individuos, nos concienciamos para erradicar los comentarios desagradables y los insultos, estaremos distinguiendo entre el discurso de odio y la libertad de expresión.

Cuantas más personas (celebridades, medios de comunicación, personas influyentes) apoyen una iniciativa como esta, más fácil será evitar que la conversación sea de dominio público. A la gente le encanta apoyar las causas que hacen posible el cambio —#ClapForCarers, #MeToo, #LoveWins, #BlackLivesMatter— así que, hagámoslo de nuevo. Demos a las redes sociales un propósito. Deja de seguir a esas personas que comparten comentarios despectivos, quítales el poder del alcance. En poco tiempo, esas voces ya no serán admisibles ni se les dará bombo en las plataformas.

El hashtag #BlackLivesMatter se ha utilizado casi 30 millones de veces en Twitter, un promedio de 17 003 veces al día, lo que crea una presencia constante para que las personas compartan sus pensamientos y opiniones. Esto demuestra que tenemos el poder para hacerlo. Los «movimientos» de las redes sociales han ayudado a las personas a sentirse bien consigo mismas. Internet ha hecho que las personas transexuales sean más visibles, ayudando a crear una comunidad y normalizando la diversidad. Vi un vídeo en Twitter de un hombre transexual contemplando su cirugía de pecho por primera vez, y fue emocionante. Tiene miles de me gusta, retuits y cientos de comentarios positivos.

Unidos para impulsar el cambio

Como formadora en redes sociales y defensora del uso de estos canales para las empresas, quiero dejar claro que no promuevo la desconexión de las mismas. De lo que estoy hablando es de cómo podemos eliminar el discurso de odio y proteger a las personas, alentarlas a ser más responsables de su voz y sus acciones. Enseñarles a tener en cuenta el impacto positivo y negativo de sus palabras.   

Las redes sociales son una plataforma fantástica para conectar a las personas y ayudar a generar cambios, por lo que debemos comenzar a usarlas para alentar a #BlockIt. Hemos dado voz a Greta Thunberg, hemos salvado más animales este año a través del grupo Vegan anonymous voices y todos nos hemos unido para ayudar a recaudar fondos para el Sistema Nacional de Salud británico durante estos tiempos difíciles, así que no olvidemos cómo una comunidad puede contribuir y propiciar cambios drásticos.